México es un país de tradiciones, de fiestas, de color. Una de las celebraciones más arraigada quizás sea la del 12 de diciembre, el día de la Virgen de Guadalupe. En la tele se ven los ríos de gente que llega a la Basílica para rendir homenaje, pero qué pasa en los caminos cercanos al paso de los peregrinos?
Durante 25 años fui vecina de la colonia San Juan de Aragón, mi casa era paso obligado para miles y miles de personas que hacían año tras año el viaje al cerro del tepeyac y esta es mi experiencia.
A lo largo del día 11 poco a poco son más numerosas las personas que pasan, hasta que ya no hay carros, toda la avenida se llena de gente y como mi ventana daba justo hacia esa calle, la claustrofobia era obligada, mi sensacion de estar atrapada entre el mar de gente que cada vez hace mas ruido, que ya ni la tele lograba distraerme. El miedo de que al pasar las horas y mi madre adicta al trabajo no llegaba quedara atascada quien sabe donde porque de verdad ya no se podía pasar si no era caminando entre la multitud. Y un año pasó, ya no la dejaron seguir avanzando y quedo atrapada en su carro varias horas. Por eso mientras estudiaba trataba de no ir a clases ni salir el 11 de diciembre. Pero ahí no para la cosa, se pensaria que al amanecer 12 de diciembre ya todo termino, pues claro que no!, asomarse por la ventana o atreverse a salir es encontrarse con un penetrante olor a orina y ver que ya no hay calle, solo quedó un mar de basura, paredes pintadas, monas tiradas, un asco total. Por eso creci odiando esa celebración que me volvia prisionera de mi propia casa.
Pero debo confesar que no todo fue tan malo, los ultimos años me di cuenta de tanta gente que apoya a los peregrinos, que les regala comida, tortas, tamales, atole o cafe caliente. Eso es lo rescatable, pero tambien vi que todo el mundo recibia lo que les ofrecian pero que si no era de su agrado lo tiraban unos pasos mas adelante. Y también estan los vecinos que salen con mochila al hombro y la imagen del cuarto de sus abuelitas para ir recolectando lo que regalan, al menos ellos si van aconsumir las cosas y no a tirarlas a la basura.
Dicen que la fé mueve montañas, considero que todos deberiamos tener fé, pero estas personas que dejaban mis paredes pintadas con plumon o aerosol y bañadas en orina no tienen nombre, que chiste tiene sentirse el católico perfecto si vas a ir todo el camino drogandote y vandalizando? Así ya no se vale.
Afortunadente ya no sufro estas fechas porque ya no vivo en la Ciudad de México, pero voy a tratar de quedarme con lo bueno, con la gente que apoyaba a los verdaderos peregrinos sin importar el frío.
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